domingo, 15 de junio de 2008

PANES Y CUENTOS



Entre cuentos y panes se largó la continuación de Caminandocuentos.
Estuvieron los amigos de siempre y nuevos!!
El calor de la pasión por las historias y el cariño volaron por El jardín de los ángeles y nos hicieron pasar un rato único.
Por supuesto hubo panes para probar y llevar a casa, así que todos contentos y listos para partir hacia Salta!!!


viernes, 6 de junio de 2008

QUÉ ES CUENTOS AMASADOS??



Cuentos amasados, es la posibilidad de comerme una medialuna,
mientras escucho la historia de Romeo y Julieta...
Porqué no??

Cuarenta y cinco minutos de cuentos, dulcemente amasados,
y una canasta repleta de panes caseros.
Mientras degustan algunos,
eligen para llevar a casa el más doradito o perfumado...

Actualmente, tres espectáculos acompañan esta
panadería literaria:

"El Reino de Caramelandia"
(para niños pequeños);
"De regreso... Julieta"
(adaptación libre sobre la historia de Julieta Capuleto);
y "Mujeres de fuego".

PANES DE LECHE

Cuando iba a la escuela, los viernes eran una fiesta!!
En lugar del desayuno cotidiano, de mate cocido con galletitas, ese día la maestra nos repartía unas canastas llenas de panes de leche y tortitas negras que eran una delicia!!!
La magia quedó en esos viernes, pero por supuesto, hoy amo amasarlos...
QUIEREN PROBAR??
esponja:
40gr de levadura fresca
1/2 taza de agua tibia
1 cuchara de miel
1 cuchara de harina 000
masa:
3/4 taza de azúcar blanca
1 cucharita de agua de azahar
3 huevos
70gr de manteca
1/4 de taza de leche tibia
1/2 kg de harina 000
ralladura de un limón
crema pastelera:
1 huevo
1 yema
100 gr de azúcar
1 1/2 cuchara de harina
250 cm3 de leche
1 cuchara de esencia de vainilla
Preparar la esponja y cuando esté lista, agregar el azúcar, el agua de azahar, los huevos, la manteca bien blanda y la leche. Finalmente la ralladura de limón y comenzar a sumar la harina batiendo con la mano. Cuando esté todo integrado, volcar sobre la mesada, amasar muy bien, dando unos golpes a la masa al finalizar.
Dejar descansar tapada media hora.
Preparar la crema pastelera y dejar entibiar.
Cortar la masa en pequeños bollitos y colocar sobre una placa que irá a horno. Cuano hayan levado, pintarlos con huevo y decorar en la parte superior con un anillo de crema pastelera. Llevar a horno 190º a 200º por diez minutos a quince.
Los que no se animen a prepararlos... vengan a escuchar cuentos y a comprar en la panadería itinerante!!!

Por los caminos de la memoria.


Comenzaba el año 1971 y daba mi primer paso hacia la escuela primaria, ésa que quedaba tan cerca de casa, que me permitiría la gran libertad de ir y venir sola en aquella loca aventura de una cuadra y media hasta los brazos de mi abuela.

No siempre me esperaba en la puerta al regreso, y por supuesto tuve que aprender de las dificultades de la libertad...

Así llegué esa tarde hasta el umbral y vi sus ocho patas peludas con su cuerpo más peludo aún, interponiéndose en mi camino...

Cómo entrar a mi casa?

Tenía miedo de matarla, de saltarla, de patearla..., de mirarla!!

Por suerte, en aquellos años existía "el vigilante de la esquina" y también mi inocencia absolutamente inquebrantada, así que recurrí a él para que me socorriera. Muerta la araña y salvada la criatura, pude entrar victoriosa a mi casa y llegar justo para ayudar con los pestiños.

Para amasarlos y comerlos!!!


Ese mismo año, soplaron vientos de cambio, y la familia completa se mudó del tranquilo pueblo de Bella Vista, en la provincia de Buenos Aires, al capitalino barrio de Devoto.

Por supuesto hubo cambio de escuela y ya no estaba "el vigilante de la esquina". Vivíamos en un departamento pequeño, pero lo más importante de todo es que mi abuela también se había mudado y vivía algunos pisos arriba nuestro.

La merienda, por suerte, seguía siendo en su casa; ya no hacía pestiños tan seguido, pero algunas tardes me encontraba a mi tío abuelo Paco o a mi tío Julio y con ellos vivía las historias más increíbles que puedan imaginarse desde Cabo Verde hasta el Mar del Norte.
Los dos tenían cuentos maravillosos de sus viajes, de España, y sobre todo, mi tío Julio, de sus exquisitos platos y su amor por la cocina.

Con él y con mi abuela, aprendí los primeros pasos de la mágica tarea de alimentar humanos.

Aprendí magia y cuentos...

Con la magia empecé a cocinar y con los cuentos a volar.


El reino de Caramelandia


Existe un lugar donde viven seres diferentes a nosotros.
Tan diferentes, como podría ser “algo diferente”.
Como un humano a otro…


Así conocí a Cata, ella fue la única que se animó a acercarse. Yo sabía que ellos estaban allí, en el bosque, pero no podía verlos. Hasta que un día, cansada de la caminata, me senté en una gran piedra en medio del pinar a descansar un rato… y allí apareció. Era una niña pequeña, aunque según me contó, con cientos de años vividos. Su pelo era negro con muchos rulos y entre alguno de sus bucles, aparecían unas flores pequeñas como margaritas amarillas.

Ella y sus amigos, tenían una particularidad, se alimentaban de dulces y este era un detalle muy especial, dado que miel, flores, chocolates, caramelos, todo esto era una perdición y manjares cotidianos para los carameles.


Pero algo que podría matarlos instantáneamente, era sin duda, … “la sal”.


Me llamó la atención esta particularidad, pero más tarde la misma Cata se encargó de contarme que su vida tranquila, apacible y dulce, a veces se veía empañada por la amenaza de un ser malvado que buscaba apoderarse de su reino para regarlo de sal y así hacer desaparecer todo el bosque, las flores, los hongos y las zarzamoras!!


Ella era “La Salada”…


Su sueño era transformar Caramelandia en un gran salar desértico y blanco.

El atardecer nos había envuelto; y el ambiente calmo, fue interrumpido abruptamente por la llegada medio volando y medio tropezando de Dragón.
Casi no se le entendía lo que decía. Si bien era algo ceceoso, esa tarde era imposible adivinar sus palabras, para mal de peores no terminaba de tragar una oblea bañada en chocolate, así que escupía algunas migas entre sus dientes enchocolatados.


- se robaron el tesoro!!! – logró decir, cuando recobró el aliento y terminó de tragar.


- Qué??!!!! – gritamos juntas Cata y yo.

No sabia de qué tesoro hablaban, pero parecía tener algo de miedo y un terrible apuro por solucionarlo.


Tenían un tesoro??


Qué guardaba ese tesoro??


Quién se lo había llevado??


un dragón llamado, Dragón


Caramelandia tenía varias entradas, para quienes podían entrar, ciertamente yo no pude hacerlo hasta demostrar que era confiable y para eso pasé por varias pruebas. La más difícil, indudablemente, fue alimentar al Dragón.
El Dragón, era un dragón, llamado Dragón.
Enorme, verde brillante, con escamas, patas terminadas en garras, dientes prominentes, fauces lanza llamas y … una sonrisa irresistible…
Cata se había esmerado en darle clases de actuación para que aprendiera a rugir y asustar, pero Dragón, primero perdió el fuego de su garganta de tanto libar miel de las colmenas; luego, su figura estilizada, cambió en un gran abdomen que para disimular tapaba con una camisola floreada que los carameles más pequeños le habían regalado y finalmente, se había mimetizado tanto con ellos, que también tenía un par de alas doradas en la espalda!!
Cata creía que era un caso perdido.

APARECIÓ DUENDINANDO...


Duendinando, vivía bajo el suelo del bosque y era el único que sabía entrar a Caramelandia y al palacio de La Salada por cualquier lado…
El trato fue rápido y sin vueltas, él quería parte del tesoro, aunque sea algunos chocolates y caramelos para mechar entre tanto hongo y hormiga que estaba acostumbrado a comer últimamente.
Este era un detalle interesante, le fascinaban los dulces y no así las cosas saladas. Por eso, sabían Cata y Dragón, de que lado estaría Duendinando a la hora de las definiciones.
Sacó de su bolsillo, planos, mapas, linternas, brújulas y una arañita.
Esto es todo lo que necesitamos para llegar al palacio de La Salada.


- quién me acompañará??

Todos los presentes se miraron y dieron un paso hacia atrás. En primera línea sólo quedamos, Cata, Dragón y yo.


- muy bien. No, vos no vas! – señalándome a mi, que ya me empezaba a sentir discriminada… - seremos tres, como yo soy el único que puede hablar con La Salada, si fuera necesario…, me presentaré diciéndoles que le llevo un elixir para la eterna juventud y ella caerá a mis pies!!


- Y cómo sabes que te creerá??- pregunté con mezcla de ingenuidad y estupidez humana…


Duendinando, me regaló una de sus mejores miradas de “quién te dejó entrar en este reino??”

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